Opiniones de un Payaso


El peor trabajo del mundo
marzo 4, 2011, 2:03
Filed under: Sociedad de hoy

Peor que ejercer de pocero municipal en Bombay, peor que asfaltador veraniego, peor incluso que mamporrero (para los más urbanos, los profesionales coadyuvantes por vía manual en la cópula de los caballos). Ser vigilante de la ORA -sin hache -, vulgo controlador de parkímetros, es la ocupación laboral más miserable de cuantas opciones malditas ofrece el sádico muestrario de empleo en los terribles tiempos modernos. No se trata ya de tildarlos de hijosdeputa, que los hay, ni de compadecerse de ellos (se jodan), sino de hacer ver hasta qué punto ha degenerado la demanda de mano de obra en necesidades novedosamente surrealistas.

Un buen día, a algún avezado asesor de concejo se le ocurrió la brillante idea de que el espacio público rodatorio pertenecía al Ayuntamiento, que los carromatos que lo ocupasen debían pagar un impuesto revolucionario por horas, y se sacó de la manga las decorativas zonas azules y verdes, ante el aplauso de los demócratas y paisajistas urbanos. En realidad esto viene de lejos, en el Madrid ochentero de Tierno Galván ya lo intentaron implantar y acabó derrocado, merced a la resolución legal de algún Juez de esos que conocen la Constitución, y a la falta de efectivos que vigilasen su cumplimiento. Pero Manzano y sobre todo Ruiz Gallardón («Vampirón» para la hilarante jerga de la contra organizada), listos como altramuces, revivieron la idea ultrarrecaudatoria bajo el flamante formato de S.E.R., derivando la patente de la inspección exhaustiva en empresas privadas. Como en Barcelona, en Valencia, y así poco a poco en toda capital de provincia de mierda, hasta conformar la descomunal maraña de hostigamiento al ciudadano español motorizado, amparado en la disculpa facilona del «eh eh ke en todas las urbes se hace». Tickecito de papel reciclado, euro veinte la hora y cada dos a bajarse de la oficina a reponer el payperpark, que si no nos cascan la multa.

Y es ahí entonces donde entra el juego el espectacular rol laboral del pobre desgraciado de hoy, el sin par vigilante de parkímetro, cuya modo de ganarse el pan estriba en pasearse por las aceras como un voyeur de parabrisas, apuntando matrículas y sincronizando relojes, armado con una PDA en la que no está instalada el Buscaminas. Empleados de baja cualificación que, no olvidemos, están bajo nómina de vampíricas empresas no municipales, NO son funcionarios, no tienen la autoridad propia de las Fuerzas de Seguridad del Estado, no multan directamente sino que ejercen de meros y sucios chivatos redactando denuncias, cumpliendo al fin y al cabo con su cometido patético. Como es comprensible, a nadie le mola que le endiñen sanciones de pago -menos aún si lo hace un mindundi- así que lo primero que hace al extraer la notificación de debajo del limpiaparabrisas, es otear furibundo el horizonte en busca del hijoputa acusica. Que, para más inri y fácil localización, le visten de uniforme fluorescente para que brille como con luz propia, sobre sus andares cansinos y su sempiterna mochila, como si fuese un personaje de Los Sims con una gran flecha sobre su cabeza con la leyenda: «darle de hostias, a éste». Porque la peña es la bomba, la violencia que genera el afrontar el enorme gravamen punitivo de 3 euretes es sorprendente, raro es el vigilante de parking que no se lleva un par de palizas al año o una ristra de insultos de bote diarios. Que no digo yo que no lo merezcan, sino que los verdaderos culpables llevan traje y corbata y no un chubasquero fosforito, y desarrollan sus nobles labores de corrupción y cohecho al abrigo de sus despachos calefactados.

Los controladores de estacionamiento, al contrario que sus «colegas» aéreos, son desdichados menosdemileuristas vejados, vilipendiados, defenestrados por la sociedad. Sometidos a las inclemencias del tiempo, díganse lluvias, solaneras subsaharauis, nieve o granizo, errantes como yonkis de travesía rodada, con macutos del Decathlon en lugar de bolsas de plástico del Jumbo. Que no es mi intención promover la solidaridad para con estos muertosdehambre, no me malinterpreten. El S.E.R. es una estafa reglada: los parkímetros no dan cambio, los tickets ni siquiera son adhesivos para que puedan volar del salpicadero y anular nuestro cumplimiento, en fin, un atraco legal mafioso y estatutario. Sólo remarcar que estos chivos expiatorios son infraseres curtidos en el subsidio, hombres y mujeres usualmente bajitos y feos que inspiran más lástima que otra cosa, suicidas potenciales en los que debiéramos trasponernos para comprender su amargura. Nadie mentalmente sano puede tener por meta en la vida dedicarse a controlar tickets de aparcamiento, son la peste de la infrarrumanidad laboral, el eslabón más bajo y ruin sólo considerado a efectos de descontar desempleo. Yo también les odio, pero poquito.

Muy buenas noches.